Pepi, Luci, Bom y otras chicas como María Emilia
(Columna #2 publicada en el 2008 en el extinto portal de Ekovoces Noticias)
Ella se abrocha el pantalón, él duerme, ronca. El hotel de siempre, la acción de siempre. De pronto, el sonido de una vibración le hace voltear la cabeza. En la pantalla aparece el nombre de él: el firme, el verdadero, el oficial. Ella no responde. Soy mala, piensa mientras el otro se acomoda e intenta abrazara. No, no soy mala, esto lo hacen todas. Luego bosteza y se acurruca entre los brazos de aquel que ronca a su lado.
Nací en los años ochenta. Nací cuando las poetas peruanas que ahora tienen entre cuarenta y sesenta años comenzaban a imponer su voz transgresora dentro de la poesía de mi país. Nací cuando se gestaban versos poseedores de una clara referencia al sujeto erótico femenino bajo la influencia de una poeta suicida, una peruana de veintitrés años que con poemas inacabados ya había dicho “soy la muchacha mala de la historia/la que fornicó con tres hombres/y le sacó cuernos a su marido”. Maria Emilia Cornejo, autora del poemario “En la mitad del camino” publicado diecisiete años después de su deceso, se había convertido en una leyenda dentro de la poesía escrita por mujeres en el Perú no solo por su prematura muerte – la cual creo contribuyó a esta mitificación – sino, principalmente, por decir las cosas claras en cuanto a los sentimiento de las mujeres en un puñado de versos bastante naive que quizá no tenía pensado publicar, pero que de hecho marcaron la pauta para que las poetas que le sucedieron hablaran de orgasmos, fluidos corporales y montadas clandestinas apropiándose de una voz y unas letras que, según ellas, las afirmaba como sujeto, pero que a la vez reafirmaba su posición de objeto dentro de la crítica literaria peruana. Sin embargo, la imagen transgresora de Maria Emilia deja de lado la calidad de los versos para abrir un camino que ha sido recorrido por muchas escritoras, quienes a pesar de haberlo hecho con mayor pericia, nunca van a alcanzar la imagen de la poeta suicida que se autonombró “la muchacha mala de la historia”, y que así quedó dentro de ella.
Nací en el ochenta y tres, cuando Pedro Almodóvar ya tenía tres películas y comenzaba a gestar la cuarta. La primera de ellas “Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón” se había instalado dentro de la cultura underground por retratar la realidad post franquista que se vivía en Madrid en esos años, una realidad caótica, decadente, transgresora. Las protagonistas de esta historia son tres mujeres, tres chicas del montón que destierran la imagen de la “mujer correcta” y la reemplazan por tres realidades que estaban ocultas, realidades de las que no se hablaba en imágenes con trata crudeza. Comenzando por Pepi, una joven que cultiva marihuana en su balcón y está dispuesta a vender su virginidad al mejor postor, luego Luci, una cuarentona masoquista que decide dejar a su marido para convertirse en grupie de una quinceañera rockera de la cual se enamora y que se llama Bom, quien a su vez es sádica, lesbiana y que en sus líricas hace clara referencia a sus fantasías sexuales. Tres transgresoras, tres mujeres recreadas por un cineasta para romper el molde tradicional y sembrar, consciente o inconscientemente, un precedente que se repetiría en las siguientes producciones almodorvianas como un símbolo que marcó el cambio de una época.
Cito estos ejemplos de hace veinte años para entrar al tema de la imagen de la mujer transgresora de nuestro tiempos. ¿Qué podemos hacer nosotras si ya todo lo hicieron hace más de veinte años? Gracias a estas mujeres (reales o de ficción) no hemos tenido que darnos el trabajo de abrir puertas que ya encontramos abiertas, es por eso que considero ridículo que en pleno siglo veintiuno la gente se sorprenda cuando una mujer habla o escribe acerca de temas que se han venido tratando hace muchísimo tiempo. Nosotras ya no somos transgresoras, nosotras heredamos la transgresión de quienes vinieron antes, de quienes marcaron la pauta, de quienes lucharon por ello. Ya en estos tiempos, sea discutible o no, a nadie le sorprende que una mujer se acueste con muchas personas a la vez, que cuente sus infidencias de cama, que sea infiel, que tenga otras preferencias sexuales. Es algo normal en el espacio privado y creo debería serlo también en el público. Hacer esto no es transgredir, ahora transgredir sería, por ejemplo, llegar virgen al matrimonio o pensar en ser el ama de casa perfecta. Por abrir otra interrogante, pienso en la galardonada cantante Amy Winehouse, quien hace lo mismo que hicieron Janis Joplin o Patty Smith hace muchos años; sin embargo, la han catalogado como la nueva imagen de la mujer diferente y transgresora cuando esa imagen ha estado ahí desde los años sesenta y por lo tanto, carece totalmente de novedad así la señorita salga tatuada, drograda y defienda la anorexia como estilo de vida.
Con esto no afirmo que ya se haya cambiado la imagen de la mujer o que todas actúen de manera trasgresora; sin embargo, creo que hay una confusión en cuanto a lo que es o no es transgredir, en cuanto a cuál es el canon actual, cuál es la imagen correcta de la mujer en estos tiempos. ¿Por qué camino debemos buscar transgredir y marcar una pauta? ¿Existe una manera de rebelarnos contra cualquier tipo de sistema hegemónico si ya todo lo han hecho antes? ¿Quiénes son las verdaderas transgresoras? ¿Cuáles son las nuevas formas de transgredir en estos tiempos? ¿Es necesario hacerlo? ¿Cómo transgredir la transgresión? ¿Cuál es la imagen actual de la “mujer buena” y de la “mujer mala”? Se los dejo de tarea.
Hello, Goodbye
(Columna #2 publicada en el 2008 en el extinto portal de Ekovoces Noticias)
Ella se abrocha el pantalón, él duerme, ronca. El hotel de siempre, la acción de siempre. De pronto, el sonido de una vibración le hace voltear la cabeza. En la pantalla aparece el nombre de él: el firme, el verdadero, el oficial. Ella no responde. Soy mala, piensa mientras el otro se acomoda e intenta abrazara. No, no soy mala, esto lo hacen todas. Luego bosteza y se acurruca entre los brazos de aquel que ronca a su lado.
Nací en los años ochenta. Nací cuando las poetas peruanas que ahora tienen entre cuarenta y sesenta años comenzaban a imponer su voz transgresora dentro de la poesía de mi país. Nací cuando se gestaban versos poseedores de una clara referencia al sujeto erótico femenino bajo la influencia de una poeta suicida, una peruana de veintitrés años que con poemas inacabados ya había dicho “soy la muchacha mala de la historia/la que fornicó con tres hombres/y le sacó cuernos a su marido”. Maria Emilia Cornejo, autora del poemario “En la mitad del camino” publicado diecisiete años después de su deceso, se había convertido en una leyenda dentro de la poesía escrita por mujeres en el Perú no solo por su prematura muerte – la cual creo contribuyó a esta mitificación – sino, principalmente, por decir las cosas claras en cuanto a los sentimiento de las mujeres en un puñado de versos bastante naive que quizá no tenía pensado publicar, pero que de hecho marcaron la pauta para que las poetas que le sucedieron hablaran de orgasmos, fluidos corporales y montadas clandestinas apropiándose de una voz y unas letras que, según ellas, las afirmaba como sujeto, pero que a la vez reafirmaba su posición de objeto dentro de la crítica literaria peruana. Sin embargo, la imagen transgresora de Maria Emilia deja de lado la calidad de los versos para abrir un camino que ha sido recorrido por muchas escritoras, quienes a pesar de haberlo hecho con mayor pericia, nunca van a alcanzar la imagen de la poeta suicida que se autonombró “la muchacha mala de la historia”, y que así quedó dentro de ella.
Nací en el ochenta y tres, cuando Pedro Almodóvar ya tenía tres películas y comenzaba a gestar la cuarta. La primera de ellas “Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón” se había instalado dentro de la cultura underground por retratar la realidad post franquista que se vivía en Madrid en esos años, una realidad caótica, decadente, transgresora. Las protagonistas de esta historia son tres mujeres, tres chicas del montón que destierran la imagen de la “mujer correcta” y la reemplazan por tres realidades que estaban ocultas, realidades de las que no se hablaba en imágenes con trata crudeza. Comenzando por Pepi, una joven que cultiva marihuana en su balcón y está dispuesta a vender su virginidad al mejor postor, luego Luci, una cuarentona masoquista que decide dejar a su marido para convertirse en grupie de una quinceañera rockera de la cual se enamora y que se llama Bom, quien a su vez es sádica, lesbiana y que en sus líricas hace clara referencia a sus fantasías sexuales. Tres transgresoras, tres mujeres recreadas por un cineasta para romper el molde tradicional y sembrar, consciente o inconscientemente, un precedente que se repetiría en las siguientes producciones almodorvianas como un símbolo que marcó el cambio de una época.
Cito estos ejemplos de hace veinte años para entrar al tema de la imagen de la mujer transgresora de nuestro tiempos. ¿Qué podemos hacer nosotras si ya todo lo hicieron hace más de veinte años? Gracias a estas mujeres (reales o de ficción) no hemos tenido que darnos el trabajo de abrir puertas que ya encontramos abiertas, es por eso que considero ridículo que en pleno siglo veintiuno la gente se sorprenda cuando una mujer habla o escribe acerca de temas que se han venido tratando hace muchísimo tiempo. Nosotras ya no somos transgresoras, nosotras heredamos la transgresión de quienes vinieron antes, de quienes marcaron la pauta, de quienes lucharon por ello. Ya en estos tiempos, sea discutible o no, a nadie le sorprende que una mujer se acueste con muchas personas a la vez, que cuente sus infidencias de cama, que sea infiel, que tenga otras preferencias sexuales. Es algo normal en el espacio privado y creo debería serlo también en el público. Hacer esto no es transgredir, ahora transgredir sería, por ejemplo, llegar virgen al matrimonio o pensar en ser el ama de casa perfecta. Por abrir otra interrogante, pienso en la galardonada cantante Amy Winehouse, quien hace lo mismo que hicieron Janis Joplin o Patty Smith hace muchos años; sin embargo, la han catalogado como la nueva imagen de la mujer diferente y transgresora cuando esa imagen ha estado ahí desde los años sesenta y por lo tanto, carece totalmente de novedad así la señorita salga tatuada, drograda y defienda la anorexia como estilo de vida.
Con esto no afirmo que ya se haya cambiado la imagen de la mujer o que todas actúen de manera trasgresora; sin embargo, creo que hay una confusión en cuanto a lo que es o no es transgredir, en cuanto a cuál es el canon actual, cuál es la imagen correcta de la mujer en estos tiempos. ¿Por qué camino debemos buscar transgredir y marcar una pauta? ¿Existe una manera de rebelarnos contra cualquier tipo de sistema hegemónico si ya todo lo han hecho antes? ¿Quiénes son las verdaderas transgresoras? ¿Cuáles son las nuevas formas de transgredir en estos tiempos? ¿Es necesario hacerlo? ¿Cómo transgredir la transgresión? ¿Cuál es la imagen actual de la “mujer buena” y de la “mujer mala”? Se los dejo de tarea.
Hello, Goodbye