martes, 24 de junio de 2008

Marcha sin asfalto - Columna #5 en Ekovoces

Marcha sin asfalto
(Columna #5 publicada en el 2008 en el extinto portal de Ekovoces Noticias)

¡Quiero esa sombrilla que tiene los colores del arco iris!, grita una de sus amigas mientras los carros alegóricos se estacionan en la Plaza Francia. La marcha termina, pero la fiesta recién comienza. Muchos se organizan para continuarla en otros lugares, alguien sugiere ir al pub de moda. Camino al lugar, ella piensa en los pocos logros de aquella comunidad y en el poco sentido que tiene celebrar con una marcha en la que se camina por un terreno todavía arenoso.

El año pasado participé por primera vez en la Marcha del Orgullo Gay. Días antes me invitaron a la principal ONG que defiende los derechos de homosexuales, bisexuales y transexuales. Vi videos de las marchas anteriores y comprobé que abundaba lo pintoresco y faltaba lo ideológico. A pesar de todo, decidí ir. Me encontraría con un grupo de amigas en el Campo de Marte para unirnos a la marcha. Una invitación de última hora me permitió participar en el evento montada en un carro alegórico.

Varias personas criticaron mi decisión. Dijeron que era tonto celebrar un día del “orgullo gay” porque no tenía sentido estar orgulloso de la orientación sexual, sea cual fuera. Luego continuaron diciendo que no tenía sentido participar en una marcha a la que solo asistían los personajes “escandalosos” de la comunidad (entiéndase, drag queens). Levanté una ceja y respondí que los drag queens estaban como una parte representativa y lúdica de la cultura gay, pero que no eran los únicos y que se necesitaba la presencia de personas que no practicaban la transformación para desterrar el estereotipo de que eso es lo único visible de la comunidad. Finalmente, me dijeron que la marcha no tenía ningún sentido, que no tenía ningún propósito. Dije que cada participante le otorgaba a la marcha su propio sentido. En mi caso, creía que era necesaria la visibilización, que en una sociedad como la limeña se tenía que demostrar que la comunidad existe y que eso traería como consecuencia la aceptación paulatina de orientaciones sexuales diferentes a la heteronormativa. Ahora pienso que estaba equivocada.

Como ya he mencionado, “marché” en un carro alegórico. Desde ahí escuché el apoyo de curiosos que acompañaron el recorrido ondeando banderitas multicolor como si de verdad fueran parte de la marcha. También escuché los insultos de gente irrespetuosa, retrógrada e ignorante. Vi tantos drag queens como personas que no practican el transformismo. Escuché a varios colectivos que gritaban arengas y portaban pancartas con lemas en los que se marcaba una ideología. Vi personas enmascaradas, hecho que respeto, pero no comparto (no le encuentro sentido a visibilizarse en una marcha sin hacer visible tu identidad). Finalmente, cuando todo terminó, sentí que la marcha es una celebración que carece de la fuerza necesaria para marcar un hito dentro de la historia de la comunidad.

Eso es lo que ahora me motiva a reflexionar sobre el verdadero sentido de la marcha. En países en los que se avanzado mucho más en cuanto a derechos LGTB, la marcha puede y debe ser una celebración, pero acá no puede quedarse solamente en eso. Siempre he sentido que la comunidad LGTB peruana no tiene fuerza, que el miedo y las segregaciones dentro de los mismos grupos no abren el camino para llegar a objetivos concretos, sino que los diluyen en el tiempo sin lograr absolutamente nada. Lo mismo sucede con la marcha. Se realiza hace varios años, pero ¿se ha logrado algo con ella? ¿Sirve tomar las calles y marchar por objetivos intangibles, por leyes que tardan eternamente en ser aprobadas porque sólo un sector mínimo de la comunidad se la juega en el terreno de lo legal, visible y lo que es verdaderamente arriesgado? No aliento a la violencia, sino a la acción, pero a la acción que muestre un resultado. Que seamos nosotros los que podamos ver justicia para la gente despedida de sus trabajos o maltratada de cualquier forma debido a su orientación sexual. O que las parejas compuestas por personas del mismo sexo puedan acceder a los mismos derechos (y deberes) que tienen las parejas heterosexuales que están casadas.

En Perú no hay nada que celebrar. La Marcha del Orgullo grita sin voz, protesta con pancartas que luego irán al tacho de basura y transita por un sendero que ni siquiera está asfaltado.

Hello Goodbye


viernes, 20 de junio de 2008

Todo sigue igual - Columna #4 en Ekovoces

Todo sigue igual
(Columna #4 publicada en el 2008 en el extinto portal de Ekovoces Noticias)

La muerte me ha rodeado en estos días, no porque alguien cercano haya fallecido, sino por las innumerables referencias que aparecen a mi alrededor. Un libro, un choque intempestivo, un correo anunciando la muerte de un poeta. Apago la luz y le doy play a la película.

Estoy leyendo dos novelas al mismo tiempo. En Salón de belleza de Mario Bellatín, el protagonista ha convertido su peluquería en un “Moridero”, un lugar a donde la gente infectada de sida va a morir. Enterrar a los muertos en una fosa común es para el protagonista un acto mecánico que no le despierta ningún sentimiento. El otro libro es Elegía de Philip Roth, que comienza con un velorio, un velorio normal en el que ocho personas normales rodean a un difunto completamente normal. Una persona más que ha muerto. Nada pasa, todo sigue igual.

El sábado regresaba a mi casa en un autobús que chocó. Cerré los ojos y sentí el impacto. Mi pierna quedó doblada hacia atrás, caí encima del pasajero que tenía enfrente, los choferes se mentaban la madre y las sirenas de la policía se escuchaban más cerca. Bajé del vehículo y caminé a casa con la sensación de no estar en la realidad. El celular en la oreja timbraba sin que nadie me contestara. Pero no pasó nada. No hubo muertos ni heridos. Pero si los hubiera habido, tampoco hubiese pasado nada. Apago el dvd y me acomodo para dormir.

La película se llama Irreversible. La historia está contada al revés (del final al principio) y trata de una venganza: una mujer es violada y golpeada hasta quedar en coma y su pareja, al enterarse, va en busca del violador para hacerle pagar el crimen. “El tiempo lo destruye todo” es la frase que se maneja dentro de la trama y al final (o al principio) todos pagan por esa destrucción. Pero todo queda ahí. Una combi choca, una mujer es violada y no pasa nada. En Cuando ella era buena, otra novela de Philip Roth, el lector sabe que la protagonista va a morir. A medida que avanza la historia queda en evidencia que no ha hecho absolutamente nada fuera de lo que hacemos todos. Muere enterrada en el hielo y su familia la llora. Luego, todo sigue igual.

Me pregunto qué pasaba si en ese accidente del sábado alguien hubiera muerto, y si esa persona era yo. No tardo demasiado en saber la respuesta.

Hello, Goodbye


sábado, 7 de junio de 2008

Perfil de Jennifer Thorndike - Omar G. Villegas, Universidad de Salamanca

Hace un tiempo, una profesora alemana llamada Diony Duran se contactó conmigo porque estaba buscando nuevas escritoras latinoamericanas para incluirlas en un curso que dictaría en la Maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Salamanca. Así, en una de sus clases se analizó el cuento "Porcelana". Después uno de sus alumnos, Omar G. Villegas, decidió realizar su trabajo final sobre mi obra. Después de varias entrevistas vía correo electrónico, este fue el resultado. Muchas gracias a ambos por el interés en mis letras.

Hello, Gooodbye

JUEGA A SER DIOS


Omar G. Villegas
Universidad de Salamanca
Periodista mexicano y estudiante del Máster en Estudios Latinoamericanos


“Dicen que soy una niña mala y que estoy loca. Quizá tengan razón”. La joven escritora peruana Jennifer Thorndike (Lima, 1983) ha despabilado a las letras de su país con una actitud transgresora y desafiante que la hace declarar sin ambages: “Soy escritora y también diseñadora, bisexual, feminista y activista por la diversidad sexual”.

Jen, como la llaman, es integrante de esa generación de rompimiento de los paradigmas tradicionales. Los escritores noveles en Latinoamérica definen una postura intelectual y política cada vez más temprana, y con firmeza. Los prestidigitadores posmodernos se hacen oír, y lo hacen desde todos los medios y despojados de lastres.

El año pasado, la autora despertó la curiosidad del ambiente literario limeño con la publicación de su primera compilación de cuentos: Cromosoma Z (2007), un crisol de relatos cortos que, a partir de técnicas narrativas experimentales, propone historias urbanas de locura, bisexualidad, pasiones desbordadas, violencia o fetichismo.

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Jennifer es una apasionada absoluta de la literatura. La disfruta y ejercita desde los 15 años. “No hay nada que me haga sentir lo que me hace sentir la literatura”, asegura. “El hecho de jugar a ser Dios, de destruir y construir mundos, produce una sensación indescriptible y es un proceso intelectual enriquecedor”.

¿Cómo es que se puede definir una vocación de forma tan temprana y decidida?
Escribo desde que tengo quince años, creo que desde ese momento supe que era lo que quería hacer. Escribir para mí es una pasión, es lo que más me hace feliz, pero como todos los escritores somos una contradicción (como dice Marguerite Duras), escribir no es sólo un placer, sino es estar comprometido con uno mismo. Y ese compromiso trae responsabilidades, siendo la principal ser consciente de que lo que haces es lo que de verdad quieres hacer, y va en relación con lo que quieres conseguir.

¿Cómo se asume una identidad transgresora a tu edad y en tu contexto en particular? ¿Te apoya tu familia? ¿Tus amigos qué te dicen?
Es muy difícil. Creo que todavía hay mucho miedo, miedo a perder lo que se tiene y que se podría dejar de tener por revelar una identidad sexual diferente a la heterosexual. Lo único que queda es, como decimos acá, zurrarte, que es no tomar en cuenta lo que dicen los demás para tratar de ser quien en verdad eres y no vivir una doble vida. Eso es lo que he hecho, pero siempre hay un precio que pagar, eso no lo dudo. En mi caso, he preferido hacerlo porque considero que no hay nada malo con lo que hago y merezco el mismo respeto que cualquiera; además siempre he buscado hacer aquello con lo que me siento más feliz. Considero que he tenido mucha suerte, pues tanto mi familia como mis amigos cercanos han respetado mi orientación sexual sin ningún tipo de rechazo. Sé que esto no pasa siempre, sé de historias de salidas del closet dolorosas y terribles, por eso me considero afortunada.

Al parecer en Latinoamérica los canales de movilidad y expresión se amplían cada vez más como para permitir la emergencia de identidades distintas con mayor prontitud. ¿Perú es un país menos conservador hoy?
Se ha avanzado mucho en ese tema, pero siempre existe la controversia, el rechazo y hasta discriminación hacia ciertos temas. Sin embargo, las nuevas generaciones (los chicos que ahora tienen entre 14 y 16 años) son más receptivas y toman estos temas con una mayor naturalidad.

Como escritora joven, ¿qué tan importante es para ti la formación académica?
Es importante en cuanto se sepa reconocer qué es lo que es verdadero o falso para uno. No todo lo que dicen es siempre cierto o una verdad absoluta, es importantísimo formarse una opinión y voz propia. De hecho sí creo que hay que leer mucho y que hay que conocer la técnica, pero la capacidad de creación no te la puede enseñar nadie.

¿Qué tipo de carrera y literatura estás interesada en desarrollar?
Ninguna, justo me lo preguntas cuando he pasado por una crisis vocacional fuerte. Lo que sucede es que estaba decidida a estudiar literatura (algo que no pude hacer cuando terminé el colegio), pero me he dado cuenta que la vida académica no es mi fin. Lo que quiero hacer es escribir, no enseñar literatura, no ser investigadora o crítica de textos. Es por eso que decidí no entrar a la universidad, creo que el oficio de escritor se cultiva escribiendo, ejercitando la escritura, recibiendo y aceptando críticas constructivas para mejorar la técnica (que debe ser el camino para encontrar un estilo propio) y leyendo mucho, seleccionando las lecturas de las que puedes sacar algo.

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Hace frío en Lima y Jennifer está feliz. “Adoro el invierno”, comenta. En una de las diversas entrevistas electrónicas que dieron origen a este trabajo platica sobre aquel impacto tan terrible de las crisis profesionales y las decisiones que ella, ahora, a sus 25 años, debe tomar: trabajo, profesión, universidad, escritura.

“Yo estuve convencida de querer estudiar literatura por ocho años y me metí a la pre para entrar a la universidad estatal (porque la otra donde enseñan es demasiado cara), para darme de narices contra todos los cursos, porque los que ya sabía me aburrían terriblemente, los que no... pues no me interesaba aprender sobre ellos. Ahora, no he desistido”.

¿Y no has pensado en migrar?
Pues pensé mucho en irme a Argentina, primero porque ahí la universidad es gratuita y segundo porque creo que quizá ahí podría encontrar lo que quiero en cuanto a literario, pero al final sigo acá. Supongo que primero tendría que ver cuán factible es y cuán cómoda me siento en otro lugar que no es Lima para poder tomar una decisión tan importante.

Jen no es la única joven que ha sido desencantada por el acercamiento académico a la literatura. “Quizá es así siempre”, dice. “La teoría, el canon, te sirve para hacer libros aceptables, quizá buenos, pero que no van más allá... entonces para escribir todo es muy relativo. Se debería tratar de innovar, de reinventar. Creo que escribir es una constante búsqueda de fondos y de formas.”

¿Entonces te dedicarás sólo a escribir?
Qué más quisiera yo que solamente escribir, debe ser el sueño de todo escritor, pero, lamentablemente, a menos que seas un best seller, no se puede vivir de eso. Yo estudié diseño publicitario y digamos que es lo que me da de comer. La verdad es que ahorita estoy pasando por un momento en mi vida en que siento que tengo que tomar muchas decisiones y todavía no tengo las cosas muy claras. Por eso no estoy trabajando (en un trabajo fijo, pero sí como free lance) y quiero también investigar para escribir mi segundo libro, porque querer escribir es lo único que tengo claro... y querer escribir algo que supere lo que ya he escrito antes.

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Por cierto, ¿tú apellido de qué origen es?
Mi apellido es inglés, de por allá viene, pero acá en Perú estamos hace muchos años, tantos que nadie vivo ha conocido a algún pariente inglés.

Inglaterra y Perú, dos polos en convivencia, como la propia personalidad de Jennifer. Las fotografías y videos la revelan como una joven entre tímida y desfachatada, expectante y dinámica: una observadora observada. En sí misma es un personaje y lo más cercano a lo que en este mundo homogeneizado podría denominarse auténtico.

La joven escritora es capaz de combinar un activismo decidido con un gusto por la acción individual; la provocación social con la intimidad de la escritura; a Mecano con Marguerite Duras, a la que refiere constantemente.

Sus aficiones apuntan en distintas direcciones: los Beatles, Chavela Vargas, Pedro Almodóvar, Lila Downs, Quentin Tarantino, José Saramago, Lewis Carroll, David Trueba, Joaquín Sabina, Alex de la Iglesia, Joan Manuel Serrat, el cine, la fotografía, el ánime, la cultura japonesa y el diseño.

Sus lecturas son, también, polifónicas: El lobo estepario, Cien años de soledad, Alicia en el país de las maravillas, Memorias insantas, Ensayo sobre la ceguera, La vida exagerada de Martín Romaña. Luisa Valenzuela, Anne Rice, Yasunari Kawabata, César Vallejo, Blanca Varela.

¿Son las lecturas que te alimentan como escritora?
Puede ser. Cuando uno está escribiendo algo, se vuelve mucho más receptivo, todo el entorno puede influirte. Desde una forma de escribir hasta una casa abandonada que viste mientras viajabas en autobús. Ahora, la cosa es encontrar una voz propia, un estilo y eso es muy difícil. O sea, que no te copies de nadie, pero pienso que para eso se necesita un proceso de aprendizaje y experimentación. Alicia en el país de las maravillas es uno de mis libros favoritos, grande Lewis Carroll, el nonsense es una corriente que me encanta, muy difícil de reproducir con calidad. De Saramago, pues el Ensayo sobre la ceguera fue una novela que me hizo preguntarme qué haría yo en esa situación. Hesse me acompañó a lo largo de mis años de adolescencia. El lobo estepario es un libro con el que me identifico muchísimo. Almodóvar es un maestro, pero prefiero al Almodóvar desenfadado, aunque todas sus películas me fascinan menos dos: Laberinto de pasiones y Carne trémula. Habrás visto que admiro a Carmen Maura y que por ejemplo, en “Volver”, su actuación influye mucho en la trama. Eso hace que la película se torne más interesante y que tenga más matices, a pesar de que creo que no es lo mejor que ha hecho el director.

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Internet es un campo de actividad relevante para Jennifer. En este espacio libre y desbordado publica cuentos, artículos periodísticos, entrevistas, charlas, comentarios. También difunde críticas, análisis de su trabajo y videos de presentaciones de sus libros o de eventos artísticos en los que ha participado.

Su blog Cromosoma Z (cromzzz.blogspot.com/) es una ventana a su obra y su labor intelectual. “El nombre nació como algo simbólico, no diferencial, mas sí representativo y referencial de mi orientación sexual. Luego le otorgué ese nombre también a mi primer libro”, aclara en el sitio web.

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¿Y cómo es tu proceso de escritura y propiciación de ideas?
Las ideas están en todas partes. A veces en cosas que ves, en cosas que te pasan, en cosas que te cuentan. A mí me ha pasado que he estado en un bus o caminando y tengo una idea o veo algo que puedo usar y siento que va a servirme para lo que escribo. A eso le llaman el "germen", a veces hay ideas que te parecen muy buenas en un principio, pero luego no toman forma y también otras que no te convencen mucho, pero que de pronto encajan en un texto. El proceso de escritura para mí va así: yo escribo cuando siento la necesidad imperiosa de hacerlo, está mal quizá no tener una metodología, pero creo que no hay fórmulas perfectas para esto, cada escritor tiene su forma y en cuanto a él o ella le funcione, pues está bien.

¿Cómo conviven tu identidad sexual y activismo con tu escritura?
En realidad siempre hay temas que aparecen cuando escribo, algunos tiene que ver con mi activismo o con mi identidad sexual, otros no. Creo que aparecen en medida que se necesitan para lo que esté escribiendo. De hecho, el tema del encasillamiento siempre es un problema, no quiero que se piense que de lo único que puedo escribir es de identidades sexuales, pues eso sería ponerme un límite a mí misma y a mis letras. Para Cromosoma Z fue necesario seguir con esa línea, pero yo no sé si eso también se muestre en mis siguientes libros.

Y para una escritora joven, bisexual, activista, ¿qué tan complicado es desenvolverse en el ámbito editorial de tu país?
Ahora hay editoriales que están más abiertas en cuanto a los temas, más abiertas también a publicar gente nueva, no se cierran como las editoriales grandes, apuestan por otros escritores y por otros públicos. Considero que para un novel siempre dar el primer paso es difícil, independientemente de ser mujer, bisexual, etcétera. Uno tiene que esquivar prejuicios, negativas, entre otras cosas. El tema económico también juega un papel importante, pues la mayoría de las editoriales independientes trabajan con coediciones. Es un trabajo fuerte, pero creo que en cuanto encuentras a alguien que realmente está dispuesto a apostar por tu trabajo, y tu trabajo es bueno, las cosas comienzan a caer por su propio peso.

¿Cómo describirías, entonces, el entorno literario peruano actual?
Hay muchas editoriales independientes que apoyan a los nuevos escritores o escritoras, eso es bueno para nosotros y también para los lectores, quienes están en todo derecho de tener más opciones de donde escoger. En cuanto a lo de la crítica, prensa, es un tanto difícil internarse, pero yo he trabajado mucho para poder conocer gente, para encontrar a personas que puedan apoyarme, gente que ha creído en mi trabajo y que me ha ayudado a continuar. Un escritor novel tiene que moverse para hacerse conocido. Si no lo hace uno mismo, nadie se mueve por ti.

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La obra de Jennifer Thorndike está poblada de personajes aquejados por la frustración. Las voces son de antihéroes, seres afectados por amores perversos, imposibles, subversivos. Sus hábitats suelen ser espacios cerrados en los que los secretos son como ácidos que carcomen a las soledades que ahí moran, a esas subjetividades marginales por convicción propia o a consecuencia de eventos ineludibles y trepidantes.

Los contextos externos son usualmente convulsos. La violencia es contundente y abarcativa. Se filtra en las rasgaduras más finas; convive con una sensualidad heterodoxa y con discursos relacionados con el feminismo y la diversidad sexual, con la juventud y la convulsión de una urbe, Lima, en constante movimiento.

La intertextualidad es recurrente. Un caso obvio es “Alicia en el diario”, una referencia a “Alicia en el país de las maravillas”. La niña del cuento narra con faltas de ortografía y un lenguaje infantil el enamoramiento que siente por una compañera bonita y popular de la escuela; alrededor de ella bulle una realidad implacable, encapuchada como los hombres que secuestran a Alicia, su amor platónico.

En “Porcelana” se plantea la relación fetichista entre una adolescente y su muñeca. Heridas que indican un placer masoquista, el cuerpo como herramienta/campo de trasgresión, la dicotomía voz (adolescente) y silencio (muñeca); la incomunicación: charlas unidireccionales. Lo humano y lo inanimado entremezclados. La muñeca, además, emparenta a este texto con el surrealismo.

“Polvo”, en tanto, es una ficción vehemente de explotación, dependencia, sumisión, acecho. He aquí un muestrario del magma que ha atizado a la literatura limeña contemporánea. Y si se desgajan y se hurga en los relatos, se podrán encontrar las motivaciones de una autora en proceso de búsqueda de su estilo narrativo, y empeñada en conseguirlo.

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Insisto en tu juventud e inquietud, porque al parecer si algo puede caracterizar a las nuevas generaciones es, precisamente, su alienación, su pasividad, su conformismo.
Lo que pasa es que creo que lo que hay es una gran falta de ganas y mucho desencanto por lo que han hecho las generaciones que nos precedieron. Y también una eterna duda: ¿hacia dónde ir? ¿Individualismo o colectividad? Otra de mis contradicciones es que yo tiendo al individualismo, es por eso que no milito en ningún grupo a pesar de tener ideas "colectivistas" como el feminismo y la lucha de derechos para la comunidad Lésbico Gay Transexual Bisexual (LGTB). ¿Tú entiendes por qué siempre estos grupos tienden a la izquierda radical? Acá se hizo la Cumbre de la Unión Europea y, paralelamente, se realizó una Cumbre de los Pueblos. ¿Cómo es que estos grupos pueden invitar a Evo Morales o a Hugo Chávez para que vayan a hacer el cierre? ¿Qué tendrá que ver el feminismo y la lucha por la igualdad LGTB con ellos? Esto estaba en uno de los lineamientos de la cumbre. Entonces, citar a estos personajes no creo que ese sea el camino para llegar a estos objetivos.

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Jennifer exploró la poesía, pero la dejó para dedicarse a la prosa. Ahora, entre esas decisiones por tomar, está la de seguir o no con los temas que hasta el momento la han cautivado y que, a su vez, la han proyectado como una representante de la nueva literatura peruana, una contestataria y sin inhibiciones, una que procede de los sustratos menos céntricos, una que empieza a exigirle espacio a escritores como Jaime Bayly (Lima, 1965).

“Estoy casi convencida de que mi segundo libro no hablará de lo que he escrito hasta ahora. Estuve escuchando a un escritor peruano ya mayor quien dijo algo que me pareció sumamente coherente: que para ser un escritor libre uno tiene que liberarse de los ismos. Lo cual, para mí, no quiere decir que dejaré de lado lo que creo, pero sí que mi literatura no sea necesariamente de eso. Me parecería, por ejemplo, completamente aburrido crear personajes mujeres y que todas fueran feministas porque yo lo soy”.

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Jen se despide con esa cordialidad que siempre demostró en las constantes charlas vía correo electrónico entre ella y el entrevistador. Y así se cierra, por el momento, una pequeña exploración por la obra de una joven comprometida con su escritura, de una autora en ciernes y entusiasta. Sí, la “niña mala” dice adiós con toda compostura, aunque, seguramente, con una de esas miradas de reojo incisivas, lúdicas, irónicas, que la han transformado en una subversiva peculiar, posmoderna, bisexual y activista.