(Columna #4 publicada en el 2008 en el extinto portal de Ekovoces Noticias)
La muerte me ha rodeado en estos días, no porque alguien cercano haya fallecido, sino por las innumerables referencias que aparecen a mi alrededor. Un libro, un choque intempestivo, un correo anunciando la muerte de un poeta. Apago la luz y le doy play a la película.
Estoy leyendo dos novelas al mismo tiempo. En Salón de belleza de Mario Bellatín, el protagonista ha convertido su peluquería en un “Moridero”, un lugar a donde la gente infectada de sida va a morir. Enterrar a los muertos en una fosa común es para el protagonista un acto mecánico que no le despierta ningún sentimiento. El otro libro es Elegía de Philip Roth, que comienza con un velorio, un velorio normal en el que ocho personas normales rodean a un difunto completamente normal. Una persona más que ha muerto. Nada pasa, todo sigue igual.
El sábado regresaba a mi casa en un autobús que chocó. Cerré los ojos y sentí el impacto. Mi pierna quedó doblada hacia atrás, caí encima del pasajero que tenía enfrente, los choferes se mentaban la madre y las sirenas de la policía se escuchaban más cerca. Bajé del vehículo y caminé a casa con la sensación de no estar en la realidad. El celular en la oreja timbraba sin que nadie me contestara. Pero no pasó nada. No hubo muertos ni heridos. Pero si los hubiera habido, tampoco hubiese pasado nada. Apago el dvd y me acomodo para dormir.
La película se llama Irreversible. La historia está contada al revés (del final al principio) y trata de una venganza: una mujer es violada y golpeada hasta quedar en coma y su pareja, al enterarse, va en busca del violador para hacerle pagar el crimen. “El tiempo lo destruye todo” es la frase que se maneja dentro de la trama y al final (o al principio) todos pagan por esa destrucción. Pero todo queda ahí. Una combi choca, una mujer es violada y no pasa nada. En Cuando ella era buena, otra novela de Philip Roth, el lector sabe que la protagonista va a morir. A medida que avanza la historia queda en evidencia que no ha hecho absolutamente nada fuera de lo que hacemos todos. Muere enterrada en el hielo y su familia la llora. Luego, todo sigue igual.
Me pregunto qué pasaba si en ese accidente del sábado alguien hubiera muerto, y si esa persona era yo. No tardo demasiado en saber la respuesta. Hello, Goodbye
El sábado regresaba a mi casa en un autobús que chocó. Cerré los ojos y sentí el impacto. Mi pierna quedó doblada hacia atrás, caí encima del pasajero que tenía enfrente, los choferes se mentaban la madre y las sirenas de la policía se escuchaban más cerca. Bajé del vehículo y caminé a casa con la sensación de no estar en la realidad. El celular en la oreja timbraba sin que nadie me contestara. Pero no pasó nada. No hubo muertos ni heridos. Pero si los hubiera habido, tampoco hubiese pasado nada. Apago el dvd y me acomodo para dormir.
La película se llama Irreversible. La historia está contada al revés (del final al principio) y trata de una venganza: una mujer es violada y golpeada hasta quedar en coma y su pareja, al enterarse, va en busca del violador para hacerle pagar el crimen. “El tiempo lo destruye todo” es la frase que se maneja dentro de la trama y al final (o al principio) todos pagan por esa destrucción. Pero todo queda ahí. Una combi choca, una mujer es violada y no pasa nada. En Cuando ella era buena, otra novela de Philip Roth, el lector sabe que la protagonista va a morir. A medida que avanza la historia queda en evidencia que no ha hecho absolutamente nada fuera de lo que hacemos todos. Muere enterrada en el hielo y su familia la llora. Luego, todo sigue igual.
Me pregunto qué pasaba si en ese accidente del sábado alguien hubiera muerto, y si esa persona era yo. No tardo demasiado en saber la respuesta.