(Columna #3 publicada en el 2008 en el extinto portal de Ekovoces Noticias)
El micro ha dado tantas vueltas que ya no sabes dónde estás. Sólo confías en que entre ese caos de pistas rotas, calles cerradas con rejas y veredas adornadas con más policías juntos que los que has visto en toda tu vida puedas llegar por lo menos cerca del paradero en el que tienes que bajar. Te quejas en voz baja creyendo que nadie te escucha, pero el cobrador te mira y levanta una ceja. Señorita, a nosotros también nos han cagado, dice. Tú le volteas los ojos, luego los cierras. Un frenazo en seco, varios gritos y la sensación de ingravidez te indican que bajarás en un lugar al que ese día no pensabas llegar.
El micro (autobús) en el que viajo para llegar a casa ha dado tantas vueltas en los últimos días que ya no sé si la ruta que sigue es la que me deja más cerca de la calle en donde vivo. Lo primero en aparecer fueron unos paneles de la municipalidad que indicaban que se realizarían obras “para mejorar nuestra ciudad”. Firmaban el aviso el alcalde de Lima y esas siglas mágicas que justificaban el motivo para la ejecución del trabajo: APEC 2008 – Rehabilitación de la Avenida X. Luego emergieron unas mallas anaranjadas que impedían el paso para finalmente observar pedazos de pavimento y maquinaria pesada que con cada movimiento parecía repetir el terremoto de agosto del año pasado. Vamos a arreglar la ciudad porque la cumbre APEC va realizarse en Lima este año, parece que gritaran todas las obras que se están haciendo – a la vez – en la ciudad y que entorpecen aún más el tránsito en la ya congestionada capital peruana.
Para complicar un poco más la situación, con motivo de la V Cumbre América Latina, Caribe y Unión Europea que también se realizará en Lima, se han cerrado con rejas, policías, guardia de asalto y hasta tanquetas algunas de las principales arterias por donde se movilizan rutas que conectan puntos importantes de la ciudad. La visita de la mayoría de mandatarios de los diferentes países del mundo ha puesto en alerta máxima a las fuerzas del orden. Ayer regresaba en micro del Centro de Lima y vi a la policía montada paseando por la avenida Arequipa. Saqué mi celular y le tomé una foto. Me hizo mucha gracia ver a los equinos confundidos entre el tráfico y algunos escolares que tan sorprendidos como yo, intentaban acercarse y acariciar la cabeza adornada con pompones del caballo más pintón. Cuánta precaución, cuánto miedo, pensé.
Esta divagación me hizo recordar que Melissa Patiño, una joven poeta acusada de terrorismo y encarcelada durante dos meses sin pruebas, había sido liberada el día anterior. Una de las acusaciones (sin pruebas, repito) que pesaba en su contra era que estaba planeando atentar contra las cumbres. El micro cayó en un bache, yo subí el volumen de la música. Una curva peligrosa complementada con una carrerita entre choferes para ganarse al siguiente pasajero me transportaron a otra noticia de los últimos días: la revuelta de los alumnos sanmarquinos y la intervención de la policía en la universidad. Más de quince alumnos presos, otros dos heridos de gravedad, un vehículo incendiado y destrozos, todo por protestar contra la construcción de un bypass (que tiene cerrada la avenida Venezuela aproximadamente desde septiembre), el cual invade parte del terreno ocupado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, decana de América, pública, laica y según informes oficiales, abarrotada no de estudiantes, sino de revoltosos.
Desvío. Parecía que después de unas cuadras el micro regresaba a la ruta habitual. Bajé el volumen, pensé en la columna que debía escribir. He dado tantas vueltas a los temas, que sólo se me ocurre escribir sobre eso: vueltas, curvas, noticias sueltas, historias fragmentadas, frenazos. Una calle cerrada volvió a alejarme de la ruta. Fruncí el ceño. Me bajé. Preferí caminar, correr como los alumnos del video captado en el momento de la protesta sanmarquina. Corre, carajo, corre, los tombos están entrando a la universidad. Los tombos no pueden entrar… Corre, te he dicho. Aquellas palabras y el sonido de las zapatillas haciendo fricción contra el piso retumbaban en mi cabeza. Todo parece indicar que la prevención está en su punto máximo de apogeo, un punto peligroso en donde justos pagan por pecadores y en donde nadie tiene seguro el camino de regreso a casa.
Hello, Goodbye
El micro (autobús) en el que viajo para llegar a casa ha dado tantas vueltas en los últimos días que ya no sé si la ruta que sigue es la que me deja más cerca de la calle en donde vivo. Lo primero en aparecer fueron unos paneles de la municipalidad que indicaban que se realizarían obras “para mejorar nuestra ciudad”. Firmaban el aviso el alcalde de Lima y esas siglas mágicas que justificaban el motivo para la ejecución del trabajo: APEC 2008 – Rehabilitación de la Avenida X. Luego emergieron unas mallas anaranjadas que impedían el paso para finalmente observar pedazos de pavimento y maquinaria pesada que con cada movimiento parecía repetir el terremoto de agosto del año pasado. Vamos a arreglar la ciudad porque la cumbre APEC va realizarse en Lima este año, parece que gritaran todas las obras que se están haciendo – a la vez – en la ciudad y que entorpecen aún más el tránsito en la ya congestionada capital peruana.
Para complicar un poco más la situación, con motivo de la V Cumbre América Latina, Caribe y Unión Europea que también se realizará en Lima, se han cerrado con rejas, policías, guardia de asalto y hasta tanquetas algunas de las principales arterias por donde se movilizan rutas que conectan puntos importantes de la ciudad. La visita de la mayoría de mandatarios de los diferentes países del mundo ha puesto en alerta máxima a las fuerzas del orden. Ayer regresaba en micro del Centro de Lima y vi a la policía montada paseando por la avenida Arequipa. Saqué mi celular y le tomé una foto. Me hizo mucha gracia ver a los equinos confundidos entre el tráfico y algunos escolares que tan sorprendidos como yo, intentaban acercarse y acariciar la cabeza adornada con pompones del caballo más pintón. Cuánta precaución, cuánto miedo, pensé.
Esta divagación me hizo recordar que Melissa Patiño, una joven poeta acusada de terrorismo y encarcelada durante dos meses sin pruebas, había sido liberada el día anterior. Una de las acusaciones (sin pruebas, repito) que pesaba en su contra era que estaba planeando atentar contra las cumbres. El micro cayó en un bache, yo subí el volumen de la música. Una curva peligrosa complementada con una carrerita entre choferes para ganarse al siguiente pasajero me transportaron a otra noticia de los últimos días: la revuelta de los alumnos sanmarquinos y la intervención de la policía en la universidad. Más de quince alumnos presos, otros dos heridos de gravedad, un vehículo incendiado y destrozos, todo por protestar contra la construcción de un bypass (que tiene cerrada la avenida Venezuela aproximadamente desde septiembre), el cual invade parte del terreno ocupado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, decana de América, pública, laica y según informes oficiales, abarrotada no de estudiantes, sino de revoltosos.
Desvío. Parecía que después de unas cuadras el micro regresaba a la ruta habitual. Bajé el volumen, pensé en la columna que debía escribir. He dado tantas vueltas a los temas, que sólo se me ocurre escribir sobre eso: vueltas, curvas, noticias sueltas, historias fragmentadas, frenazos. Una calle cerrada volvió a alejarme de la ruta. Fruncí el ceño. Me bajé. Preferí caminar, correr como los alumnos del video captado en el momento de la protesta sanmarquina. Corre, carajo, corre, los tombos están entrando a la universidad. Los tombos no pueden entrar… Corre, te he dicho. Aquellas palabras y el sonido de las zapatillas haciendo fricción contra el piso retumbaban en mi cabeza. Todo parece indicar que la prevención está en su punto máximo de apogeo, un punto peligroso en donde justos pagan por pecadores y en donde nadie tiene seguro el camino de regreso a casa.
Hello, Goodbye