Mea Culpa
(Columna #6 publicada en el 2008 en el extinto portal de Ekovoces Noticias)
(Columna #6 publicada en el 2008 en el extinto portal de Ekovoces Noticias)
1
Hace algunos años veo series de animación japonesa y, hasta ahora, la que más me ha gustado es Evangelion. La trama gira alrededor de una institución gubernamental llamada NERV, que ha sido creada para frenar el ataque de dieciocho ángeles enviados por Dios para causar lo que ellos llaman “el tercer impacto”, lo que destruiría la tierra. He visto la serie dos veces, y en ambas ocasiones he intentado averiguar cuál es el motivo de la molestia de Dios, una molestia tan grandiosa que lo motiva a tratar de destruir su creación por tercera vez luego de que los dos intentos anteriores terminaran, respectivamente, con la extinción de los dinosaurios y el derretimiento del Polo Sur. Pero nunca se explica el motivo. Finalmente, lo que me quedó de esta serie es el acertado slogan de NERV: Mientras Dios esté en el cielo, todo está bien en la tierra.
2
Fui educada durante doce años en un colegio católico. Ahí aprendí que morir un lunes puede condenarme al infierno si no he ido a misa el domingo, que masturbarme no es una exploración del cuerpo, sino un acto terrible, que no puedo recibir la comunión sin antes no he pasado por confesión, que por lo menos una vez por semana hay que soportar la humillación de ese sacramento porque casi todo lo que uno hace encierra un halo de maldad, que el diablo está todo el tiempo rondando y que aprovecha que bajemos la guardia para hacernos cometer pecados inimaginables, que todos los métodos anticonceptivos artificiales están penados en el catecismo y que acostarme con alguien antes del matrimonio me da pasaporte visado para arder en el fuego eterno. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa, tres golpes de pecho y un rosario completo, señorita, a ver si así salva su alma. Y bájele la basta a esa falda que parece una mujer de la calle. Amén.
3
Paradójicamente, mi alejamiento de la religión comenzó después de que recibí el sacramento de la confirmación. Quizá yo esperaba que recibirlo fuera una epifanía que aclarara mis dudas o que me mostrara un camino. Nada de esto sucedió cuando me dieron la cachetada ni cuando canté una canción que en la letra decía “aquí estoy Señor, te escuché llamándome en la noche, te seguiré si me guías”. Sin embargo, se puede vivir sin epifanías, pero no con el cargo de consciencia impuesto como método de abyección durante tantos años. La razón que me alejó definitivamente de la Iglesia fue mi bisexualidad. No me pareció coherente profesar una religión que me decía que querer o desear a una persona de mi mismo sexo era un pecado que me condenaba a la castidad de por vida y, en caso de no cumplirla, al infierno eterno en mi post-vida. Hasta ahí llegó mi relación con la Iglesia. No podía seguir cargando con una culpa que no tenía ninguna razón de ser.
4
En el 2005, cuando viajé a México, conocí a varias practicantes del Wicca, una religión no oficial que cree en la divinidad masculina y femenina y en los poderes de la naturaleza. Recuerdo que sus prácticas me llamaron la atención y que me vi tentada a continuar con el proceso de aprendizaje, sobre todo cuando visité la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, y no pude entrar a visitar la iglesia porque sentí una extraña energía que me expulsaba de ella. Mi retorno a Lima terminó con mi experiencia wiccana, tanto como no poder entrar a esa iglesia me dejó claro que ese camino ya se había cerrado para mí.
5
Lo irónico del asunto es que mi mejor amiga es la encargada del programa de confirmación de mi colegio. El año pasado me invitó a que la apoyara en el retiro a pesar de que yo no practico una vida católica. Creo que no me confieso desde la confirmación, le dije, si voy será para contarles mi experiencia de vida y no para motivarlas a que sean buenas católicas. Y fui. Sé que con esa invitación, ella intentaba hacerme regresar a la iglesia, pero en esos días de recogimiento tampoco hubo epifanía, solo un afán de búsqueda que me llevó a otras ideologías y me alejó aún más de la santidad.
6
Mea culpa, debe andar diciendo Dios cuando ve que alguien se aleja de Él por culpa de la Iglesia. Quizá por eso anda tan enojado. Esperemos que siga en el cielo para que todo esté bien en la tierra.
Hello, Goodbye
Por otro lado, como dato curioso salió una mención de mi blog personal en Perú 21. La nota la pueden ver aquí: Cromosoma Z en Perú21Hace algunos años veo series de animación japonesa y, hasta ahora, la que más me ha gustado es Evangelion. La trama gira alrededor de una institución gubernamental llamada NERV, que ha sido creada para frenar el ataque de dieciocho ángeles enviados por Dios para causar lo que ellos llaman “el tercer impacto”, lo que destruiría la tierra. He visto la serie dos veces, y en ambas ocasiones he intentado averiguar cuál es el motivo de la molestia de Dios, una molestia tan grandiosa que lo motiva a tratar de destruir su creación por tercera vez luego de que los dos intentos anteriores terminaran, respectivamente, con la extinción de los dinosaurios y el derretimiento del Polo Sur. Pero nunca se explica el motivo. Finalmente, lo que me quedó de esta serie es el acertado slogan de NERV: Mientras Dios esté en el cielo, todo está bien en la tierra.
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Fui educada durante doce años en un colegio católico. Ahí aprendí que morir un lunes puede condenarme al infierno si no he ido a misa el domingo, que masturbarme no es una exploración del cuerpo, sino un acto terrible, que no puedo recibir la comunión sin antes no he pasado por confesión, que por lo menos una vez por semana hay que soportar la humillación de ese sacramento porque casi todo lo que uno hace encierra un halo de maldad, que el diablo está todo el tiempo rondando y que aprovecha que bajemos la guardia para hacernos cometer pecados inimaginables, que todos los métodos anticonceptivos artificiales están penados en el catecismo y que acostarme con alguien antes del matrimonio me da pasaporte visado para arder en el fuego eterno. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa, tres golpes de pecho y un rosario completo, señorita, a ver si así salva su alma. Y bájele la basta a esa falda que parece una mujer de la calle. Amén.
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Paradójicamente, mi alejamiento de la religión comenzó después de que recibí el sacramento de la confirmación. Quizá yo esperaba que recibirlo fuera una epifanía que aclarara mis dudas o que me mostrara un camino. Nada de esto sucedió cuando me dieron la cachetada ni cuando canté una canción que en la letra decía “aquí estoy Señor, te escuché llamándome en la noche, te seguiré si me guías”. Sin embargo, se puede vivir sin epifanías, pero no con el cargo de consciencia impuesto como método de abyección durante tantos años. La razón que me alejó definitivamente de la Iglesia fue mi bisexualidad. No me pareció coherente profesar una religión que me decía que querer o desear a una persona de mi mismo sexo era un pecado que me condenaba a la castidad de por vida y, en caso de no cumplirla, al infierno eterno en mi post-vida. Hasta ahí llegó mi relación con la Iglesia. No podía seguir cargando con una culpa que no tenía ninguna razón de ser.
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En el 2005, cuando viajé a México, conocí a varias practicantes del Wicca, una religión no oficial que cree en la divinidad masculina y femenina y en los poderes de la naturaleza. Recuerdo que sus prácticas me llamaron la atención y que me vi tentada a continuar con el proceso de aprendizaje, sobre todo cuando visité la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, y no pude entrar a visitar la iglesia porque sentí una extraña energía que me expulsaba de ella. Mi retorno a Lima terminó con mi experiencia wiccana, tanto como no poder entrar a esa iglesia me dejó claro que ese camino ya se había cerrado para mí.
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Lo irónico del asunto es que mi mejor amiga es la encargada del programa de confirmación de mi colegio. El año pasado me invitó a que la apoyara en el retiro a pesar de que yo no practico una vida católica. Creo que no me confieso desde la confirmación, le dije, si voy será para contarles mi experiencia de vida y no para motivarlas a que sean buenas católicas. Y fui. Sé que con esa invitación, ella intentaba hacerme regresar a la iglesia, pero en esos días de recogimiento tampoco hubo epifanía, solo un afán de búsqueda que me llevó a otras ideologías y me alejó aún más de la santidad.
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Mea culpa, debe andar diciendo Dios cuando ve que alguien se aleja de Él por culpa de la Iglesia. Quizá por eso anda tan enojado. Esperemos que siga en el cielo para que todo esté bien en la tierra.
Hello, Goodbye